A
VUELTAS CON LA HOMOLOGACIÓN UNIVERSITARIA
Juan-Manuel García Ramos
(Ex Consejero de Educación, Cultura y Deporte del Gobierno de
Canarias y Catedrático de Filología Española de
la ULL)
Ante el debate planteado entre las universidades
canarias y la Consejería
de Educación, Cultura y Deportes del Gobierno de Canarias, quisiera
expresar de nuevo mi preocupación ante las dudas mantenidas
por dicha Consejería a la hora de proceder a la inmediata homologación
del profesorado universitario, una accción de gobierno que ya
había dejado planteada durante mi mandato de consejero en 1991
y que no debe sufrir ningún tipo de demora.
La única materia prima de las Islas es la de sus hombres y mujeres y
se hace necesaria la urgente profesionalización y dignificación
de nuestro profesorado, ya sea universitario o no universitario, como una garantía
para preparar a nuestros jóvenes ante el futuro.
Nuestro condición periférica coloca a nuestros profesores en
desventaja con sus colegas peninsulares y así como el Gobierno de Canarias,
tan amigo de ultraperificidades victimistas, hace esfuerzos en otras áreas,
la educativa debe merecer todo tipo de respetos por razones que no vale la
pena desarrollar aquí, pues corresponden al puro sentido común.
En la actual negociación entre las dos universidades insulares y el
Gobierno de Canarias, hay que dar prioridad inmediata a reconocerle a nuestro
profesorado universitario un estatus profesional y social a la altura de nuestra
situación desventajosa con respecto a otros centros universitarios del
resto del Estado.
La sociedad ha de apoyar esta solicitud de nuestras universidades por encima
de cualquier interés partidista. Espero que la Consejería no
demore ni un instante más el reconocimiento de estos derechos elementales
de nuestros claustros universitarios y frene el proceso de deterioro de la
vida universitaria provocada por una administración carente de reflejos
negociadores y unas asambleas de profesorado que pueden llegar a perder los
nervios ante el atropello de una consejería que se niega a mirar a la
realidad de frente.
Podría entenderse por algunos que un educador no está por encima
del funcionario no docente en su responsabilidad y en la trascendencia de su
trabajo. Pero lo que no es de recibo es que un educador esté por debajo
de las retribuciones base correspondientes al resto de los funcionarios de
la Comunidad.
Algunas voces críticas contra la actitud actual del profesorado universitario
invocan que éste elude el control de la calidad de la enseñanza
y de la investigación que realiza. Esas voces no saben que en la universidad
de nuestros días existen unos quinquenios de rendimiento docente y unos
sexenios de valoración investigadora que dan cuenta del doble quehacer
de cualquier docente universitario.
El espíritu con el que defendimos la Ley 4/1991, de 29 de abril, del
Parlamento de Canarias, de homologación de los funcionarios docentes,
mediante la cual, en un plazo de cinco años, se homologaron las retribuciones
de los funcionarios docentes no universitarios que prestaban sus servicios
en la Comunidad Autónoma con las retribuciones que en ese momento percibían
los puestos base de la Administración autónoma, de acuerdo con
lo establecido en el Decreto 259/1989 del Gobierno de Canarias, era un espíritu
de compensación económica, y de elemental justicia laboral y
social, para facilitarle a profesionales que tienen que hacer de su formación,
una formación permanentemente continuada y muchas veces fuera de las
islas, en un diálogo ininterrumpido con la ciencia y las humanidades,
para facilitarle a esos profesionales un desarrollo de su trabajo algo aliviado
de los gastos añadidos que impone toda insularidad, todo ello si queremos
tener en nuestros primeros centros docentes, profesionales de primera calidad
y no funcionarios apesebrados y ajenos a lo que hoy sucede en el mundo en las áreas
de sus conocimientos.
Ése fue, digo, el espíritu de la primera parte de la ley de homologación
de los funcionarios docentes no universitarios. Como cualquiera podrá deducir,
con mucha más razón esos argumentos sirven por igual para el caso
de los docentes universitarios.
Me he cansado de repetir que en 1991, en el último Consejo Universitario
Regional celebrado durante esa legislatura, se dejó prefigurada la inmediata
homologación del profesorado universitario con una interpretación
jurídica con respecto a competencias estatales y autonómicas
que no obstaculizaban en ningún caso el inicio del proceso homologador
en Canarias. Acaso ese proceso conllevara un diálogo con el Estado,
pero nunca un impedimento taxativo del gobierno central a la hora de seguir
adelante y culminar la homologación general de nuestros educadores.¿No
se acuerdan del aumento de las pensiones que el presidente de Andalucía
impuso en su comunidad enfrentado con el gobierno de Madrid?
Vuelvo a repetir que hemos perdido trece años inútiles y todavía
la actual Consejería sigue dándole vueltas al problema, y un
diputado como don Paulino Rivero Baute, profesor no universitario -beneficiado
en su día por la homologación aprobada en contra de la política
ministerial del señor don Javier Solana-, presidente de una fuerza que
se proclama nacionalista, también intenta dilatar la solución
del problema llevándolo al Congreso de los Diputados para preguntarle
a Papá-Estado si le permite reconocer a parte del profesorado de su
Comunidad un derecho del que él viene gozando desde 1991.
Sé que este gobierno de Canarias está a punto de demostrarnos
a todos que no existe, que es pura nebulosa, pero yo le pido un pequeño
esfuerzo: ya que el presente es tan negro, no se carguen también el
futuro de nuestro hijos y préstenle un poquito de atención a
la educación. También a la universitaria, hombre, aunque algunos
miembros de ese ejecutivo exterioricen una suerte de rencor contra los titulados
superiores que no nos pasa desapercibido a nadie.
En el caso universitario, cojan los recursos económicos de los humillantes
complementos retributivos vigentes y pásenlos a un capítulo de
homologación efectiva y justa. No terminen también con el prestigio
de nuestros dos centros superiores, como han terminado con el prestigio nunca
consolidado de instituciones como el Parlamento y el Gobierno de Canarias.
Ya está bien.
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