Vicente Hernández Pedrero
(Artículo en “Ya Está Bien”, de la Asamblea por Tenerife)
El pasado 13 de diciembre se ha producido uno de esos acontecimientos
democráticos
que por ser tan infrecuentes (tal como ocurrió por otro lado con la
Manifestación “Ya está bien” del 27 de noviembre
en Santa Cruz de Tenerife) dejan con la boca abierta de satisfacción
a cualquier ciudadano demócrata y progresista. Ese día, el 13-D,
cuando las Juntas de Personal Docente e Investigador (JPDI) de las Universidades
de La Laguna (ULL) y de Las Palmas de G.C. (ULPGC) se encontraban aún
a mitad de su mandato, sus cúpulas dirigentes compuestas por unos falsos
representantes sindicales, que tenían secuestrada con unos pocos votos
la voluntad democrática del profesorado universitario, han sido destituidas
por una abrumadora mayoría de votos en un acto democrático sin
precedentes. En el caso de la Universidad de La Laguna, y convocada por la
Asamblea del Profesorado, 858 votos afirmativos, frente a 26 noes y 10 en blanco,
han supuesto legalmente la revocación de la JPDI, y con ella de su mayoría
dirigente, (aunque ya mayoría exigua porque sobre un total de 21 miembros
11 lo eran de CCOO y CSIF, pero 10 pertenecían a IC y UGT y formaban
parte de la Asamblea del Profesorado).
Lo cierto es que nunca antes en la historia de la Universidad de La Laguna
tantos profesores se habían unido en torno a un objetivo común:
dar una lección de democracia a unos falsos representantes, revocándolos
y convocando nuevas elecciones sindicales. Lo mismo puede decirse de la revocación
de la JPDI de la Universidad de Las Palmas. Se trata en ambos casos de un acto
democrático sin precedentes en las universidades españolas, y
muy difícil de encontrar en el ámbito laboral de nuestro país. ¿Cómo
se explica algo tan insólito? La explicación de lo sucedido es
compleja en su origen y desarrollo, pero simple en el fondo. Veamos. El origen
está en el hecho de la homologación del colectivo docente no
universitario que lleva a cabo el Gobierno Autónomo en el año
1991, originando con ello un agravio comparativo con el profesorado universitario
de las islas, el cual se vio excluido por razones presupuestarias de aquel
acuerdo, (dicho aquí oportunamente: entre los docentes, los universitarios
somos quienes por razones obvias menor capacidad de incidencia social tenemos
con nuestras movilizaciones).
Los hechos prosiguen en el año 1998, cuando tras una movilización
del profesorado a favor de la homologación para resolver aquel agravio
comparativo con el resto de los docentes canarios, se llega a un acuerdo con
la Consejería para alcanzar la homologación por la vía
de unos complementos retributivos individuales basados en méritos docentes
e investigadores, de alcance universal (para todo el profesorado) y cifrados
en la cantidad global de 1 millón de pesetas anuales (6.000 €).
Los hechos últimos arrancan del 2002, año en que la Consejería
de forma unilateral decide imponer el fin del acuerdo de 1998, que por otra
parte venía incumpliendo sistemáticamente, y se apoya para ello
en las cúpulas sindicales de las JPDI, recién elegidas en aquel
entonces por unos pocos votos, no más de 300 sobre un total de 1.800
profesores, en la ULL, y 200 sobre 1.500 en la ULPGC. A partir de ese momento,
los dirigentes de las JPDI utilizan la legalidad formal de su elección
para “tramar” de espaldas al profesorado y de acuerdo con la Consejería
toda una traición a los intereses legítimos del profesorado en
la forma de un nuevo protocolo de complementos retributivos discriminatorios,
indignos y humillantes, cuya aplicación supone el abandono definitivo
del derecho de homologación del profesorado universitario de Canarias.
El resto de la historia más reciente es bien conocida. El profesorado
de las universidades canarias se moviliza contra esa traición a sus
intereses desde finales del curso pasado y, sobre todo, del comienzo de éste,
llevando a cabo una huelga que ha marcado un hito en la universidad por su
carácter masivo y unitario, así como por el apoyo de amplios
sectores del alumnado y la opinión pública. La movilización
culmina con la presente revocación de las JPDI y la convocatoria de
nuevas elecciones sindicales en la universidad.
Sin embargo, en el fondo de toda esta historia hay algo más, algo mucho
más político que tiene que ver con la relación entre la
Consejería de Educación del Gobierno de Canarias y la comunidad
universitaria de las islas. Se trata del chantaje y control permanente al que
viene sometiendo la Consejería a las universidades canarias desde la
posición de ventaja de que es ella, la Consejería, la que dispone
del dinero para la financiación de las universidades por medio de los
Contrato-Programas. La política del Gobierno de la Comunidad Autónoma,
ligada a los negocios en grandes obras e infraestructuras, y que recela profundamente
de la universidad, cuando no la desprecia abiertamente, ha supuesto en estos
años el agotamiento de la autonomía de las universidades públicas
de Canarias. Quien maneja el dinero, el Gobierno Autónomo y la Consejería,
puede chantajear a los diferentes equipos de gobierno universitarios diciendo
o se hace “esto” o “aquello” o no hay dinero. Y “esto” o “aquello” en
el caso del profesorado no ha sido otra cosa más que unas evaluaciones
humillantes, demagógicas y grotescas del profesorado universitario,
con distinta suerte de motivaciones, económicas, propagandísticas,
de resentimiento político, etcétera, pero ninguna verdaderamente
científica y académica. Para esa operación de control
del profesorado, la Consejería ha contado en los últimos años
con la colaboración necesaria y entusiasta de algunos profesores ávidos
de protagonismo político y poder social que han venido aceptando el
papel de “capataces” de la Consejería frente al profesorado.
Este ha sido el caso de los tristemente famosos Directores Generales de Universidad
del Gobierno de Canarias, algunos de los cuales son en la actualidad conocidos
políticos en activo, pero conocidos como activamente reaccionarios,
amén de cínicos y resabidos.
Pues bien, la cúpula sindical CCOO-CSIF de la JPDI de la Universidad
de La Laguna ha venido formando parte “entrañable” de este
entramado político que componen la Consejería-Directores y ex–Directores
Generales de Universidad, al que ahora habría que añadir la recién
creada ACECAU o Agencia Canaria de Evaluación del profesorado universitario,
que por cierto nos puede servir de ejemplo de cómo las universidades
canarias han perdido todo poder autónomo frente a la Consejería,
pues en el Consejo Rector de la mencionada Agencia, sobre una decena de votos
de cargos del entorno de la Consejería (Director General, Vocales, Director
de la Agencia, Presidentes de los Consejos Sociales, Presidentes de las JPDI)
las dos universidades canarias como tales, es decir, la representación
de toda la comunidad universitaria de las islas ¡sólo disponen
de 2 votos! Increíble pero cierto.
Este es el panorama que va a empezar a cambiar en las universidades canarias
después de la revocación democrática de las JPDI, y la
convocatoria de nuevas elecciones sindicales que den lugar a unas JPDI renovadas
y legítimas, que atiendan a los derechos del profesorado y a su dignidad
académica frente a los atropellos de la Consejería. A partir
de ahora, todo puede ser más democrático en las universidades
canarias. Con unos equipos de gobierno progresistas no hipotecados por unas
JPDI al servicio de la Consejería. Unas universidades como lugar para
el conocimiento y el sentido crítico, comprometidas socialmente, donde
la vida académica siga unas pautas de progreso científico y humanista.
Cuando todo hacía presagiar lo peor para nuestras universidades, llegó la
Asamblea del Profesorado y mandó parar.
Vicente Hernández Pedrero. Portavoz de la Asamblea
del Profesorado de la ULL