UN RETO PARA EL EQUIPO RECTORAL.
UNA EXIGENCIA PARA EL PROFESORADO Y LA INSTITUCIÓN
El viernes día 7 de noviembre tuvo lugar la reunión
de la Asamblea de Profesores de la ULL por la Homologación Salarial
con el Rector y la Vice-rectora de Profesorado y Ordenación
Académica, al doble objeto de presentar formalmente nuestra
asociación y de recabar información sobre las actuaciones
del equipo rectoral sobre su compromiso electoral en materia de homologación.
Por nuestra parte asistieron siete profesores.
En la hora aproximada que duró el encuentro tuvimos oportunidad de conocer
las previsiones del equipo rectoral y de analizar con cierto detalle varios ángulos
de la situación. Los argumentos fundamentales debatidos fueron los siguientes.
1. El equipo de gobierno intenta apuntar
una salida jurídica
Tras una breve presentación de los antecedentes, la formalización
jurídica y los propósitos de la Asociación, el Rector
reitera su compromiso con la homologación salarial, señalando
los tres frentes en los que viene trabajando al respecto:
1º) Exigencia a la Consejería de integrar a la Universidad como
tal en las negociaciones en curso sobre el nuevo protocolo de complementos
retributivos, puesto que le parece erróneo hablar sólo con los
sindicatos de un asunto cuya relevancia académica e institucional excede
la mera esfera laboral.
2º) Negociación con la Consejería de Educación para
resolver el déficit de tesorería para la convocatoria masiva
de complementos de 2002.
3º) Solicitud de un informe jurídico al staff administrativo de
la casa para poder negociar posibles soluciones con la Consejería de
Educación en el asunto de la homologación. Antes de fin de año
se espera contar con ese informe.
Sobre este último punto se citan los casos del País Vasco y Castilla
la Mancha como precedentes relevantes, sin olvidar que la LOU abre un nuevo
escenario que hace innecesario un acuerdo tan adulterado y frustrante como
el de los primeros complementos en el marco de la LRU.
A lo largo de la discusión exponemos nuestra posición de que,
en todo caso, el problema de fondo no es jurídico sino político,
ya que el propósito es la homologación y para ello el derecho
no es más que un instrumento: a quien corresponde buscar salida es a
la propia Consejería.
2. Los chinchosos complementos: premura, incompatibilidad y balones
fuera
Parece imposible hablar de homologación del profesorado sin que salga
a relucir su antítesis: los complementos retributivos. Lo que resultó fruto
de una mera coincidencia histórica y que dio lugar a una solución
temporal, transitoria y más o menos asumible, pretende elevarse ahora
a categoría absoluta por parte de la Dirección General de Universidades
y de algunos cuadros sindicales que negocian -apresuradamente y en la oscuridad-
un asunto de relevancia estratégica no sólo para el conjunto
de la institución, sino para la política universitaria canaria.
Si admitimos –con el propio Director General de Universidades- que uno
de los principales retos de esa política es la convergencia europea,
es absolutamente pueril pensar que los posibles acuerdos de esa mesa de negociación
sobre la aritmética de méritos individuales puedan desplazar
el debate de fondo: la excelencia académica de la Universidad de La
Laguna.
Por otro lado, mientras no se entienda la diferencia radical entre un derecho
laboral colectivo –reconocido hace más de una década por
la Consejería de Educación para los docentes no universitarios
sin requerir ningún tipo de evaluación- y un derecho individual
de promoción profesional, seguiremos enredados en falsas soluciones
a los asuntos de fondo, a saber:
1º) Solucionar el agravio comparativo creado por la propia Administración
cuando homologó sólo a una parte del profesorado canario.
2º) Establecer una política de reconocimiento de la excelencia
académica que se base en criterios sustantivos de calidad docente e
investigadora. Pensar que el modelo cuantofrénico al uso en ciencias
experimentales y en áreas tecnológicas es la panacea, resultará en
algo más grave que un importante perjuicio a las personas que trabajan
en las áreas de ciencias sociales y humanidades. Por no citar la debilidad
teórica y metodológica con la que pretende certificarse la bondad
docente.
3º) Plantear de forma algo más cabal el debate sobre el espacio
europeo de educación superior, situando mínimamente aspectos
tan relevantes como los siguientes:
a) La legibilidad mercantil de los títulos universitarios es una prioridad
sobre todo en áreas técnicas y aplicadas.
b) Incluso en esas áreas se oyen voces españolas autorizadas
citando críticas estadounidenses a las limitaciones del modelo norteamericano
que vamos a imitar cuando, de forma paradójica, allí tratan de
mejorar aprendiendo de modelos europeos en vigor.
c) La convergencia europea en la que tanto –y tan perentoriamente- se
pretende afanarnos, debería empezar por reconocer y corregir algunos
graves déficits estructurales de la universidad española en parámetros
internacionales de calidad (gasto por alumno, financiación de la investigación,
retribuciones, becas, servicios de apoyo, etc.).
d) La fe gubernamental española en el espacio europeo de educación
superior contrasta por ejemplo con las reticencias de un país como Inglaterra,
cuyo sistema universitario nos lleva casi dos décadas de ventaja en
políticas de acreditación y aseguramiento de calidad, o el escepticismo
de Alemania, locomotora europea cuyo escaso entusiasmo convergente y su lento
ritmo de trabajo hace impensable el escenario del 2006.
Sin duda, esto es sólo una pequeña muestra de los asuntos
que irán aflorando a medida que avance la discusión convergente
en nuestra universidad y se haga patente la capacidad de la sociedad
canaria para competir por titulaciones homologadas en Europa desde
una región periférica y ultradependiente. Botones de
muestra no faltan si miramos los resultados todavía calientes
de la convocatoria experimental de acreditación de programas
de tercer ciclo. ¿O será otra vez el “sálvese
quien pueda” de la penúltima reforma cuatrimestralizadora
de los planes de estudio?
3. El peligro de una mala negociación
En este complejo marco de cosas, es llamativo el fervor negociador sobre complementos
retributivos de algunos sindicatos en lo que constituye una flagrante contradicción
con su fuerte apuesta electoral de diciembre de 2002 por la homologación.
Como queda patente en los párrafos anteriores, no se trata de elegir,
una vez más, entre homologación y complementos, ni siquiera
entre calidad y salario. Se trata de falsos dilemas que ocultan los problemas
de fondo. Tampoco es una cuestión de financiación: las cuantías
económicas ya han sido establecidas. Se trata de consolidar definitivamente
en virtud de un derecho colectivo que nos asiste, y por medio de una vía
jurídica adecuada, las remuneraciones equivalentes a los cuatro complementos
retributivos que la mayoría del profesorado universitario ya viene
percibiendo desde 1999.
Para justificar la negociación que se viene realizando se oyen dos argumentos
(aunque no desde luego porque hayan sido expuestos y debatidos en la asamblea
del profesorado): 1º) un segundo protocolo de complementos retributivos
constituye la única posibilidad de mantener el salario consolidado;
y 2º) el nuevo protocolo hará incluso más fácil la
obtención de los incentivos económicos. Ante ello podemos plantearnos
varias preguntas:
1) Si el sistema vigente de complementos garantiza la percepción de
un incentivo salarial extraordinario a la inmensa mayoría de la plantilla, ¿en
qué falla el protocolo actual?, ¿por qué hay que revisarlo?
2) ¿Cómo será posible facilitar la obtención del
suplemento económico pasando de los seis complementos actuales a los
tres previstos en el nuevo protocolo, amén de su estratificación
en tres niveles, no sabemos si de calidad?
3) Si el nuevo protocolo es caminar hacia Europa ¿podemos considerar –como
se viene barajando en la mesa negociadora- que un punto sobre cinco en la encuesta
al estudiantado es una definición sostenible de calidad docente?
4) “Simplificar y abaratar” la percepción de una parte de
cierto complemento para ciertos porcentajes del profesorado de la Universidad ¿persigue
dividir a la plantilla ahorrando dinero? Demasiado elemental para resultar
creíble.
5) Y lo decisivo: si la Consejería está dispuesta a financiar, “incluso
con más dinero”, el nuevo protocolo de complementos retributivos, ¿qué le
impide dedicar ese esfuerzo a resolver el agravio comparativo histórico
entre el profesorado canario buscando las vías jurídicas más
apropiadas para ello?, ¿por qué ese empecinamiento en nuevos
complementos retributivos que 1) dividan y estratifiquen en categorías
económicas al profesorado universitario, y 2) mantenga al profesorado
en un estado de frustración y crispación permanentes dada la “mala
conciencia” de estar usando complementos de calidad docente e investigadora,
que merecerían ser usados racionalmente, como mero sucedáneo
de la homologación salarial?, ¿o es que algún sindicato
o el mismo Director General han podido llegar a pensar que con nuevos complementos
el conjunto del profesorado universitario va a olvidarse del derecho de homologación,
como un derecho colectivo que nos asiste desde hace más de una década?
Un asunto de capital relevancia al que se
enfrenta el equipo rectoral en las próximas semanas es si su tardía incorporación
a la negociación del nuevo protocolo servirá únicamente
para poner la guinda legitimadora a un acuerdo retributivo impresentable,
particular y selectivo, que cierra la puerta inmediata a la homologación
salarial de la plantilla del profesorado de la Universidad de La Laguna.
Nosotros, la Asamblea, le hemos manifestado al Rector nuestro apoyo
frente al intento de imponernos a todos el nuevo protocolo de complementos
retributivos, y a favor de la defensa activa de una nueva negociación
que resuelva el derecho de homologación del profesorado.
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