CALIDAD
DE LA ENSEÑANZA
Y DERECHO DE HOMOLOGACIÓN EN LAS UNIVERSIDADES CANARIAS
Ángela Sierra, Juan M. García Ramos, Manuel Mas, Belén
Castro, Ramón Orive, Bernardo Báez, Vicente Hdez. Pedrero
Periódico LA OPINIÓN, 19.03.04
De un tiempo a esta parte se ha venido insistiendo
por parte de los responsables políticos e institucionales de la Consejería
de Educación en la necesidad de cambiar la docencia y armonizar
los estudios según el modelo promovido por los acuerdos de Bolonia,
cuyo objetivo prioritario consiste en lograr una convergencia educativa
de los países integrados en la Unión Europea. Pero los
responsables políticos e institucionales de Canarias han pasado
intencionadamente por alto que ese modelo de convergencia propuesto
no sólo propugna medidas armonizadoras de la diversidad de las
tradiciones docentes y de los contenidos formativos, sino también
establece, de acuerdo con ese objetivo, unos medios para dignificar
la función docente e investigadora del profesorado universitario.
En los últimos meses, la Consejería de Educación
ha focalizado sesgadamente la reforma en la planificación de
los estudios y de las disciplinas, obviando toda referencia a los recursos
que hay que asignar para afrontar las modificaciones del sistema pedagógico,
así como todo lo concerniente a las retribuciones del profesorado
universitario, que en esta Comunidad Autónoma sufre un agravio
histórico, desde que en 1990 la Consejería de Educación
del Gobierno de Canarias homologó a los docentes canarios de
enseñanza media y primaria dejando pendiente la homologación
de los docentes universitarios.
Es legítimo albergar dudas sobre una Administración bajo cuya
competencia directa se hallan todos los aspectos que conciernen al profesorado,
tanto los de carácter económico como los de carácter promocional,
y que, sin embargo, se ha permitido perpetuar una situación de agravio
comparativo entre los funcionarios docentes no universitarios y los docentes
universitarios y entre éstos y el resto de los funcionarios de la Comunidad
Autónoma. Mas que pretender una universidad de calidad, con capacidad
competitiva, parecen buscar una universidad de bajos costes. Eso y no otra
cosa, es lo que está detrás del protocolo de unos nuevos complementos
retributivos que la Consejería quiere imponer, por la vía de
los hechos, al conjunto del profesorado universitario de Canarias.
Pero la realidad es que la convergencia educativa no puede hacerse con costes
bajos, porque ésta supone un panorama didáctico mucho más
variado que el actual, con profesores más implicados en una atención
individualizada para potenciar en el alumno pautas, recursos y condiciones
que faciliten el logro de las competencias profesionales. Tales metas no pueden
cumplirse sin el aumento de la asignación de recursos para la enseñanza
superior y sin la dignificación del profesorado que debe ser incentivado
con estímulos y apoyos de muy diverso tipo, desde la formación
continua hasta el salario. La tendencia a reducir, en términos comparativos,
el presupuesto de las universidades canarias, las limitaciones económicas
opuestas a la investigación y a la formación continua del profesorado
universitario, el mantenimiento del agravio comparativo que éstos padecen
a nivel retributivo respecto de otros funcionarios de la Comunidad Autónoma
no permiten albergar esperanzas sobre qué es lo que entienden los responsables
políticos e institucionales por calidad de la enseñanza superior,
puesto que los elementos que la constituyen no parecen interesarles, como si
bastara para obtenerla con cambiar los programas de las disciplinas y los planes
de estudio. Sin duda la convergencia educativa podría ser una gran oportunidad
de mejora para las universidades canarias y podría significar un paso
adelante en la deseable aplicación de las modernas concepciones sobre
la calidad educativa. Pero parece dudoso que esto le interese a los responsables
políticos e institucionales, que ningunean permanentemente al profesorado
universitario negándole la capacidad de interlocución en esta
materia, que quedaría en manos de algunos sindicatos cuya docilidad
ante las intenciones del poder político es manifiesta, y su representatividad
entre el profesorado muy dudosa desde el punto de vista formal (sólo
un 19 % de participación en las últimas elecciones sindicales
de la ULL) y radicalmente nula en cuanto a su contenido, si se trata de hacer
dejación de la defensa del derecho de homologación como un derecho
colectivo de todo el profesorado universitario. ¿Cómo entender
esa actitud de marginación y menoscabo del profesorado? ¿Cómo
entender ese autismo institucional? Sólo se puede entender como la expresión
de una cultura política que cree que basta con el Boletín de
la Comunidad Autónoma para garantizar los cambios. Pero la docencia
no se cambia con normas ministeriales, autonómicas e institucionales.
La calidad docente no puede construirse al margen de alumnos y profesores.
Basta con permanecer media hora en la Universidad para darse cuenta de ello.
Ángela Sierra González (Fac. Filosofía,
ULL)
Juan Manuel García Ramos (Fac. Filología, ULL)
Manuel Mas García (Fac. Medicina, ULL)
Fernando Gabriel Martín (Fac. G.e Historia, ULL)
Ramón Orive Rodríguez (Fac. Matemáticas, ULL)
Belén Castro Morales (Fac. Filología, ULL)
Bernardo Báez de la Fe (Fac. Psicología, ULL)
Vicente Hernández Pedrero (Fac. Filosofía, ULL)
|