¿Carne o pescado?: reflexiones culinarias sobre la huelga universitaria.

José Arnay Puerta
Profesor Titular. ULL

Trato de que todo el mundo lo entienda. El profesorado de las dos universidades canarias que está en huelga quiere comer pescado (homologación), mientras el Gobierno de Canarias lleva meses intentando que abramos la boca para meternos un trozo de carne (complementos) que a nosotros nos huele mal, a podrido. Ha utilizado todo tipo de argucias, como si fuéramos niños a la hora de comer: que si la carne está muy rica, que mira, que son los Sindicatos quienes han elegido la carne, que la abuela ACECAU (Agencia Canaria de Evaluación) es muy buena y te la ha preparado muy bien, fíjate, que hasta tío Paulino está vendiendo la carne en Madrid. Pues nada, quiere pescado. Lo queremos porque otros llevan quince años comiéndolo y les gusta mucho. En todos estos años han protestado por otras cosas, pero no por estar homologados; por tanto, el pescado debe estar muy bueno. Por cierto, nos dimos cuenta que tío Paulino vende carne en Madrid, pero hace mucho que él come también pescado, eso es hacer trampa con la comida. Todo ello, además, aderezado con una soporífera campaña de propaganda mediática, puro adoctrinamiento, sobre las excelencias de la carne, carne por activa y por pasiva, día y noche, sin compasión, sin interés en bajar las altas tasas de colesterol de la ciudadanía. Verán, otros compañeros de las dos universidades canarias están tratando de explicar con todo detalle diversos aspectos de las virtudes del pescado y nuestras razones para la huelga de carne. Yo sólo quiero centrarme en un aspecto: el del carácter autoritario de quienes pretenden obligarnos a comer carne a todo tranvía. Lo que esta huelga está poniendo de manifiesto es un estilo de gobernar que nos tiene alarmados e indignados, pero que también alarma a sectores sociales cada vez más amplios. Cualquier persona sensata comprende que una situación de conflicto o desacuerdo es normal en una sociedad democrática, y en la vida cotidiana sobre las costumbres y gustos culinarios, pero que lo importante es cómo se abordan esas situaciones para resolverlas. Lo que no parece tan normal es aplicar la misma táctica ultraconservadora, que ya padecimos hasta la saciedad en nuestro país hasta hace bien poco: el que no quiera comer carne es mi enemigo. Lo que el Gobierno de Canarias está poniendo de manifiesto es su estilo de gobernar, meternos a la fuerza el mazacote: cerrojazo, portazo, descrédito, campañas orquestada para mostrar fortaleza frente al enemigo. ¿Pero somos realmente los 2.000 o 3.000 profesores, enemigos, o ciudadanos que disienten de una determinadas medidas que conjuntamente consideramos arbitrarias y poco fiables?. ¿Qué importa que el Consejero hable de legalidades de procedimiento para hacernos comer su carne?, a nosotros no nos gusta su legalidad, él y unos cuantos más pueden haberse equivocado con la dieta, con las cantidades, con las calorías, no haber dialogado suficientemente con todos los sectores para preguntarles sus gustos, etc. ¿Qué forma de gobernar es esa que a unos ciudadanos ni siguiera se les escucha en sus reivindicaciones?. Con ese talante político es lógico que el propagandístico Pacto por la Educación hace meses que ha saltado por los aires, a partir de contemplar, todo el mundo al que le afecta la educación, que entre propaganda y realidad existía un largo trecho. De hecho, el sistema educativo canario es un hervidero de desilusiones, desencantos y desencuentros. Casi nadie, en el sector educativo, apoya esa forma de gestionar la educación, pero parece que todo consiste en ofrecer sensación de forzada normalidad, que aquí no pasa nada. También es cierto que tenemos una oposición de guante blanco, galante y cortesana que actúa de comparsa en este desaguisado, lástima. La verdad es que nuestra pertenencia a Europa no es ya ultraperiférica, sino estratosférica, con respecto a la falta de respeto ético de la clase política con la ciudadanía. El solemne desprecio ante las críticas, la falta de cauces de diálogo, hace que nuestra vinculación con Europa no vaya más allá de la pedigüeña caza de las subvenciones. En lo demás, nos situamos descaradamente en la órbita del autócrata biolorruso. Termino manifestando dos preocupaciones, reiteradamente manifestadas por el profesorado. Una, que la labor de descrédito que el Gobierno de Canarias, y su Consejero de Educación, están inflingiendo a las instituciones universitarias tardará años en poder superarse. Su práctica de tierra quemada para salvar “su” política nos va a costar muy caro a todos los canarios. Dos, parte de ese descrédito, como se ha dicho en las Asambleas, lo pagarán los futuros licenciados de nuestras dos universidades, no sólo porque hayan perdido ya un mes de clase, sino porque esa pérdida se debe a una forma de hacer política que ha demostrado, en la práctica, que va contra los intereses de casi todo el que está aprendiendo en Canarias, tenga la edad que tenga. Por lo demás, les agradeceríamos que nos invitaran a comer pescado. El mojo y las papas los ponemos nosotros.